De enfermera a desarrolladora (o cómo pasé de las jeringas a los computadores)

Mi sueño es que mis colegas que siguen dando la pelea ya no tengan los problemas que enfrenté cuando ejercía en el ámbito clínico.

Desde pequeña tuve un computador a mi alcance. Mi padre es ingeniero en informática y siempre me llamó la atención acompañarlo cuando ‘jugaba’ con alguno que llevaba a la casa por el fin de semana.

Crecí con computadoras. Y siempre que dejé algún desastre, mi padre me ayudaba a solucionarlo.

Nunca temí a meter mano.

Fiel representación de mi infancia.

Pero a medida que pasaban los años, me di cuenta de que la gente, en general, parecía tenerle miedo a la tecnología. Lo veían como un mundo ajeno y distante. Incluso, como algo místico donde solo unos pocos elegidos podían iniciarse.

Yo no compartía esta visión.

Sin embargo, cuando opté por una carrera universitaria, dejé que una mala experiencia me hiciera descartar las ingenierías en general. A eso, se sumó mi amor por la Biología y decidí estudiar la hermosa carrera de Enfermería (¡Perdón, papi!).

Saliendo de turno.

Con altos y bajos, pronto me vi con mi título de enfermera universitaria en la mano. Pero algo en el fondo de mi cabeza me decía “esto está mal” cada vez que veía a mis colegas (y a mí misma) pasando más tiempo anotando y ‘peleando’ con la tecnología que preocupados de lo que realmente importaba: el paciente.

No me malinterpreten, los y las enfermeras aman lo que hacen y a sus pacientes. Es una de las carreras más humanistas del área de la salud. Aun así, las relaciones humanas pasan a segundo plano cuando hay protocolos que cumplir, parámetros que anotar, exámenes que rescatar, horarios que calcular, diluciones que hacer cada vez más eficientes…

“Todo esto podría ser automatizado”, pensaba.

Siempre intenté ser un agente de cambio. Eso se traducía en que intentaba automatizar lo automatizable y trataba de acercar a la gente a la tecnología pese al miedo que muchos tienen. “Esto es simple. Si tan solo tuviésemos una interfaz sencilla para manejarlo, cualquiera podría hacerlo”, recuerdo haber pensado.

Máquina de diálisis. Hermoso y desconocido.

Escalé estas ideas en más de una oportunidad. Sin embargo, cuando los recursos son limitados, la innovación tecnológica pasa a segundo plano.

El principal foco de la mayor parte de las instituciones está hoy en mejorar los procesos y las experiencias en salud. En este proceso, surgen preguntas que parecen tan distantes que, obviamente, uno pensaría que requieren respuestas muy diferentes: ¿Cómo disminuir la sobrecarga laboral en profesionales de la salud? ¿Cómo mejorar la experiencia de los pacientes en ámbitos hospitalarios o ambulatorios? ¿Cómo reducir la tasa de errores en la atención de pacientes?

Puede parecerlo o no, pero las respuestas no distan tanto entre sí. Si hacemos una lluvia de ideas con los actores involucrados en cada pregunta, siempre surgirán posibles innovaciones tecnológicas que nos pueden ayudar. Hoy, la tecnología avanza a pasos tan agigantados que el impacto que puede tener es cada vez más profundo.

El problema es cultural: el área de la tecnología le teme al área de la salud.

Sí. Así como la gente le teme a la tecnología, este fenómeno también se da al revés con los temas de salud. Debe ser porque usamos nombres gigantes y difíciles de pronunciar –y porque lo único que sabemos es que no es lupus (¡Gracias, Dr. House!).

El tema, entonces, es ¿cómo lograr acercar dos áreas que se temen entre sí? ¿Cómo educar a un profesional de la salud respecto a la importancia del uso de firewalls y a un ingeniero respecto de los protocolos que se deben tener en cuenta en una quimioterapia?

¿Alguna idea?

Luego de muchas divagaciones y conversaciones largas y tendidas, tomé una de las decisiones más grandes de mi vida.

Si quería que la tecnología fuese un aporte para la salud (no solo algo que se ve bonito en una pantalla, pero que no se puede aplicar) y lograr un impacto transversal para beneficiar a mis pacientes y colegas, había que hacerse cargo urgente de esa área gris que es la relación entre salud y tecnología. Los desarrolladores que conocen y entienden la industria de la salud son escasos, pero eso yo ya lo tenía. Solo me faltaba ‘desarrollar’.

Hoy, luego de algunos años de esfuerzos, me encuentro ya en mi primer trabajo como desarrolladora.

No solo eso: me encuentro trabajando en el área de salud de una empresa que no ve a los pacientes como clientes, sino como personas con necesidades particulares. Además, buscamos ayudarlos a ellos y a las instituciones que solicitan nuestros servicios. No le tememos a la innovación: la incentivamos. Me preguntan: ¿tienes una idea? Y me responden: ¡Démosle!

Mi sueño es que todo lo que deseaba tener mientras ejercía en el ámbito clínico sea una realidad para mis colegas que siguen dando la pelea. Quiero que todas las necesidades que sentí, disminuyan. Y me gustaría saber, que después de haberme atrevido a entrar en un área temida por ambos extremos, fui capaz de aportar con un granito de arena en mejorar la salud de mucha gente.

PD. Luego del cambio de carrera y mi transición oficial a ingeniera, mi papá es y siempre será el más contento de todos. ¡Gracias, papi!

En Continuum, creemos que la salud requiere un trabajo multidisciplinario. ¿Tienes un desafío que necesita este tipo de equipos? Trabajemos juntos en www.continuumhq.com o escríbenos a hola@continuumhq.com

 

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