Homero Bazán es profesor en una universidad de Cajamarca, Perú. La crisis del coronavirus lo pilló a días de que empezara el primer semestre de 2020. Al principio, él sentía que solo iba a tener que “guardarse en casa”, cuenta en un testimonio. Dejar de ir al campus. Sin embargo, como sucedió en todos los ámbitos, el problema se agravó.
“Pasado el tiempo, y al alargarse la restricción para salir y agruparse, hemos tenido que acogernos a una estrategia para desarrollar la formación de nuestros estudiantes en forma virtual”, escribe.
Esta situación no solo afectó a Homero y sus alumnos. Según el Banco Mundial, el 99% de los universitarios se ha visto perjudicado por la crisis.
“Y uno de los desafíos más importantes para la educación universitaria en este periodo ha sido rediseñar la experiencia de aprender hacia un modelo ciento por ciento en línea, mezclando lo sincrónico y lo asíncrono”, explica
, líder de Educación de Continuum. “Y con la urgencia de hacerlo en tiempo record”.
Las clases por Zoom, Skype o Meet se transformaron en parte importante de la rutina para estudiantes y académicos. Algunas universidades ya estaban preparadas y manejaban plataformas virtuales como Moodle, Blackboard o Canvas para dar cursos online. Además, contaban con equipos preparados para empujar un modelo de enseñanza virtual.
“Sin embargo, hay diferencias notables entre la antigüedad de los sistemas que soportan el funcionamiento de las universidades, los que tuvieron impacto directo en la velocidad de cambio de ellas como organización”, asegura Ossés.
Las instituciones que mejor reaccionaron ya contaban con procesos más ligeros, una cultura ágil y sistemas más flexibles y escalables. Sus procesos ya integraban data, analíticas y una experiencia omnicanal tanto para la atención de personal interno como de alumnos que, al mismo tiempo, conviven con un ecosistema digital abierto.
Las que no contaban con sistemas de educación online o gestores de aprendizaje (learning management systems, LMS) tuvieron que implementarlos a toda velocidad. Buscaron cubrir la necesidad de dictar clases en vivo y asíncronas, comunicar a sus alumnos, evaluar en línea, verificar la identidad de sus estudiantes, emitir certificados y ejecutar actividades complementarias a las lecciones asíncronas.
“Las condiciones aceleraron radicalmente la implementación de estas soluciones. En algunos casos, sin la pandemia, muchas universidades no habrían implementado estas soluciones sino en varios años más porque requieren inversión, cambios en su infraestructura y alteraciones fuertes en su cultura de trabajo”, explica Sebastián Ossés.
La capacitación masiva de docentes y empleados de las universidades en herramientas tecnológicas y procesos digitales para seguir funcionando fue un acierto. Sobre todo, en un ambiente donde muchos académicos pensaban –y piensan–que sus clases eran –y son– inviables sin sus alumnos encerrados en un aula.
La educación superior también tuvo que enfrentarse a problemas estructurales como la brecha digital y la brecha social que caracterizan a Latinoamérica.
Acceder a internet es difícil cuando estás en la periferia, lejos de los centros de poder. Más de 40 millones de hogares no tienen acceso a internet en nuestro continente. Se trata, principalmente, de familias que viven en las zonas rurales o semiurbanas.
En Perú, hay 1,7 millones de niños y jóvenes sin acceso a la web ni computador. En el sur de Chile, un poblado de 10 mil habitantes saltó a los noticieros porque sus jóvenes debían subir a los techos para captar la señal en medio de la lluvia y, así, asistir a clases virtuales. En Paraguay y Bolivia, solo el 3% de los más pobres puede conectarse a internet. Y en Argentina, los proveedores ni siquiera llegan a las villas que rodean la ciudad de Buenos Aires.
A este fenómeno, se sumó el impacto de la crisis económica que acompañó a la sanitaria: despidos, reducción de sueldos y suspensiones laborales impactaron en la economía familiar creando un efecto de bola de nieve que ha derivado en la deserción, la postergación de estudios y potenciales bajas en las matrículas.
Muchas familias han tenido que decidir entre comprar un computador o comer y, en ese contexto, muchos alumnos se las han ingeniado para estudiar desde sus celulares.
“Fue un acierto el esfuerzo de las universidades por flexibilizar pagos y facilitar recursos para que la educación pueda continuar. Hay casos donde proveyeron internet, computadores, tablets y otros recursos para que alumnos puedan seguir estudiando desde sus hogares”, explica Sebastián Ossés.
Para el líder consultor en Educación, “si bien hay muchas diferencias en cómo se ha adoptado este cambio, lo que más destaco es la reacción excepcional de las personas que trabajan en universidades. Estoy seguro de que todos se han puesto la camiseta al 1000% con el fin de resolver en tiempo récord la continuidad educativa, guiando a docentes, apoyando a familias y a estudiantes, incluso, considerando las dificultades y diferencias en recursos, infraestructura y las mismas condiciones sanitarias. Todo, con el fin de hacer lo mejor posible para que la educación no se detenga”.
La pandemia podría actuar de trampolín para iniciar la transformación digital en muchas instituciones de educación superior.
En el continente, esto no solo dependerá de las universidades, sino también de la apertura de regulaciones locales y ministeriales para cada país.
Implementar integraciones de tecnología y datos que mejoren la experiencia de los servicios universitarios basadas en la historia de los alumnos parece ser el siguiente paso de instituciones de educación superior hacia la omnicanalidad que hace un rato se consolidó en otros sectores de la economía como el retail o la banca. Esto debería ir en línea con la puesta en marcha de procesos de admisión, evaluación y matrículas que incorporen plataformas para exponer la oferta educativa, sistemas de pagos y sistemas de información estudiantil.
Otro desafío urgente es la consolidación de sistemas de aprendizaje en línea sincrónicos y asíncronos que permitan dictar lecciones, hacer tareas en vivo y realizar actividades grupales fuera de clases.
La alternativa parece ser una buena manera de enfrentar las brechas históricas estructurales que se viven en educación. Es verdad que los estudiantes han tenido dificultades para llegar a clases desde siempre.
Para algunos, el problema ha sido la falta de transporte público. Para otros, la mala infraestructura urbana cuando viven en la pobreza. Y, si preguntamos a todos quienes han pasado por la universidad, aparecerán una cantidad casi infinita de problemas. La transformación digital tiene como misión, ahora, corregir estas inequidades.
Si lideras o eres parte de un equipo que enfrenta la transformación digital en educación, en Continuum estaremos felices de colaborar contigo para cambiar la educación en nuestro continente, aportando desde la estrategia, la tecnología y el diseño. Escríbenos a hola@continuumhq.com y conversemos 😎
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