Hola. Mi nombre es Silvia y soy la mala madre de un niño de 3 años.
¿Por qué soy una mala madre?
Porque no pude darle de lactar a mi hijo todo su primer año de vida, como se supone que debía hacerlo. Sin embargo, soy 50% menos mala madre porque decidí complementar la lactancia con fórmula, lo que me deja con solo 50% de culpa.
Aunque si lo pienso bien, merezco 35% de culpa extra porque en verdad mi no-lactancia se dio por mis niveles de estrés, por mis pezones no ‘correctamente’ diseñados y por no obedecer las instrucciones de mis familiares. Todo esto me hace 85% mala madre. Aunque –ya me olvidaba– debo sumarle 25% por querer seguir trabajando y haber vuelto al ruedo laboral, lo cual me alejó de mi bebé e hizo que mi leche se cortara.
Sí, ahora sí, hice bien los cálculos: Soy Silvia y soy 110% mala madre (!) según los estándares médicos, familiares, sociales y de todos aquellos que opinan mucho de la lactancia materna, pero no hacen nada para mejorarla.
Ante esta situación, ¿qué hace que la lactancia sea una experiencia ingrata para muchas madres cómo yo? ¿y cómo podríamos ayudar a que sea una buena experiencia para todas?
Dicen que para criar a un niño se necesita una comunidad y creo que no existe una frase más cierta.
Démosle una miradita al verdadero ecosistema de la primera crianza en este gráfico.
Pensamos que, al nacer un niño, este es un problema exclusivo de la madre y del padre. Pero no. Un niño llega a un mundo compuesto no solo por dos personas, sino por un ecosistema formado también por otros familiares, un vecindario, la sociedad, el sistema de salud y, por supuesto, el Estado.
Sin embargo, si analizamos la relación madre-hijo en un customer journey, nos daríamos cuenta de que muchos de los protagonistas que están en este entorno no se hacen tan responsables de los primeros cuidados como deberían. Y lo vemos en todas sus etapas.
Primer acto: La mujer queda embarazada. Durante nueve meses, visita sin excepción a un ginecólogo que, en muchas ocasiones, le comunica poco o nada sobre la experiencia real de la lactancia.
Segundo acto: La mujer se prepara para dar a luz acompañada de personas quienes le cuentan lo maravilloso que será. Piensa cómo cambiará su vida y cómo se sincronizará con su bebé en un momento mágico y perfecto desde el alumbramiento. Piensa en todo, menos en el momento de la verdad: cuando hay que alimentar, cuidar y criar al niño.
Tercer acto: El momento de la verdad llega. El bebé nace. Se lo ponen en el pecho a la madre y… la magia no ocurre. El lazo natural no se da. Los pajaritos no cantan. La sensación de estar sobre las nubes no aparece. Mientras tanto, en la mente de la madre aparecen pensamientos autodestructivos: “¿Soy yo la extraña? ¿soy yo la que está mal? ¿por qué la magia no se dio conmigo y mi bebé?”.
Y vienen las respuestas. Todos las tienen, menos tú. Te dicen que tu cuerpo no es el ideal. Alguien del hospital nota que tus pezones no funcionan, que por eso el bebé no succiona, que no estás logrando el agarre correcto, que el azúcar del bebé se cae. Otro insinúa que se puede salvar el momento con fórmula; al menos, hasta que la madre ‘no calificada’ pueda asumir su responsabilidad.
Las acusaciones pasivo agresivas suben de tono.
“Es un problema de tu cuerpo que no está bien. Pero, tranquila, vamos a ver cómo lo arreglamos”.
“Necesitas relajarte y dormir. Tú te estresas. Por eso, no tienes leche”.
“Es por tu familia. Tu mamá no tuvo leche. Es un tema hereditario”.
“El bebé está flaquito. ¡Qué irresponsable! ¡Mira como lo tienes!”.
“La cantidad que te sacas es muy poca”.
“Acuérdate que ya tienes que volver a trabajar. El posnatal es cortito y, si no vuelves, ¿serás de esas madres que dejan todo solo porque tienen un hijo? ¿cómo vas a hacer?
Así, frente a la presión y el abandono del resto de los actores que forman parte del gran ecosistema, la mala madre prefiere ser solo la mitad de mala madre. Toma la dura decisión de dejar de dar leche y engordar a su hijo con fórmulas para no ser juzgada en la próxima reunión social.
Ante situaciones como la que acabo de describir, hay mujeres –las que pueden hacerlo– que buscan la asistencia de profesionales. Un ejemplo son las consultoras o asesoras de lactancia, especialistas en la asesoría de familias que necesitan una guía especial. Te dan información clara, práctica y, sobre todo, personalizada para que tengas una lactancia exclusiva y digna, de manera que logres esa conexión que, más que engordar la pancita, engorda el vínculo mamá-bebé, un lazo realmente importante en el desarrollo de cualquier niño. El apego.
Lamentablemente, no todas las madres tienen acceso a estas soluciones. Están las no saben que existen las asesoras. Hay otras que saben, pero no se sienten seguras con ellas. Y algunas, simplemente, no tienen cómo pagar sus servicios.
Y, si no tienes dinero, probablemente, vas a tener que guardarte las lágrimas para más adelante y afrontar esto sufriendo. Sin ayuda. Con remordimiento. Sola. Y con la culpa constante de que podrías haberlo hecho mejor, pero no lo hiciste.
La lactancia es difícil para muchas. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses llega a 69,2% en Perú. Sin embargo, hay regiones donde la cifra apenas alcanza el 29%. En el continente, el guarismo alcanza solo el 38%.
Algunas mujeres cortan la lactancia. Otras dan de lactar con éxito después de mucho sufrimiento. Y otras, simplemente, ni lo intentan.
El problema real no está en si se da de lactar o no. El problema real está en que esta experiencia es completamente cero mom-friendly. Para entender la magnitud del problema hablé con dos pediatras: Sofía Lozada, pediatra del Hospital Juan A. Fernández en Buenos Aires, y Julia Sánchez, miembro del comité de Lactancia Materna de la Sociedad Peruana de Pediatría.
Ambas tienen experiencia en dos países distintos, pero comparten el mismo problema: las dificultades para una lactancia materna exitosa.
Les pregunté por qué las madres sufren tanto al tener que afrontar la lactancia. Ambas coincidieron en sus respuestas y mencionaron cinco puntos claves.
Los ginecólogos se encargan de la mujer y los pediatras, del niño, ¿quién se encarga de la mamá? No se trata solo de la falta de información, sino también de la falta de conexión entre el mundo de la ginecología y el de la pediatría.
La lactancia termina siendo un punto del que solo se habla poco en medio de un curso de psicoprofilaxis. O, peor, en redes sociales, entre fake news.
No hay una adecuada preparación de la madre y del entorno y muchos servicios de salud no han sabido engranar la experiencia.
Muchas mujeres dejan la lactancia porque sienten que no son capaces, que su leche no es buena o que no es suficiente. Su instinto maternal es invalidado. El mundo les dice que no pueden hasta que las convencen de dejar atrás la lactancia.
Algunas son madres solteras. O hay un padre ausente. O, simplemente, se sienten solas en medio de una tarea gigantesca. Sea como sea, la soledad invita al miedo. Y el miedo invita a abandonar la lactancia, lo que que no necesariamente es la salida más feliz, ya que muchas se quedan con el sentimiento de “pude haber hecho más”.
El nuevo niño, la nueva vida, la sensación de pérdida del control y las exigencias del mundo laboral hacen que la lactancia quede relegada.
Esto, porque el sistema se niega a brindar soporte a la nueva madre.
Por un lado, la sociedad presiona por un desenvolvimiento perfecto de la nueva madre y, por el otro, la vida exige a las mujeres ser profesionales y lograr laboralmente lo mismo que los hombres y que las mujeres sin hijos.
Estas expectativas imposibles de cumplir a cabalidad hacen que, al terminar el periodo de licencia materna –tres meses en Perú, Argentina y Bolivia, 98 días en Colombia y seis meses en Chile–, la lactancia desaparezca. Este estrés producto del contexto ataca más a mujeres exitosas y con cargos altos, quienes se ven obligadas a elegir entre su carrera o maternar con tranquilidad.
La presión, el estrés, la soledad y la falta de información llevan a muchas madres a forzar la lactancia sin conocer las posturas correctas y sin recibir consejos para un mejor agarre. Esto termina en dolor. Infecciones, heridas, lágrimas y sufrimiento son parte del día a día de estas mujeres, quienes no resisten la idea de una lactancia dolorosa y terminan dejándola. Muchas no saben que, con un poco de asesoría y soporte especializado, esa situación podría ser mejor.
Nunca olvidaré un documental de Unicef que marcó mi vida: The beginning of life. La película marcó mi vida, porque me mostró lo importante de la lactancia y del apoyo del entorno de la madre para el desarrollo de los niños en la primera infancia.
La lactancia materna es importante no solo porque alimenta a los niños. También es clave porque permite generar el lazo emocional entre el niño y su madre para luego dar paso a la relación entre el individuo y su entorno. La madre es el primer punto de contacto del niño con la sociedad. De esa primera relación dependerá el resto de sus relaciones.
La lactancia materna no solo se trata de cuánta leche puedes rendir. O cuánto toma el niño. O cuántas bolsas produces.
La lactancia materna no es solo leche.
La lactancia es conexión. Son momentos entre madre e hijo, donde el pecho se convierte en un chupón a veces, donde no importa si mamá da leche o no y solo importa sentir su olor, el calor y la sensación de estar protegido.
No importa si, luego de vivir esa experiencia, mamá nos pone un biberón en la boca con fórmula. Lo importante es estar en el pecho de mamá. El problema es que eso no siempre cumple con los estándares establecidos por la sociedad. Estas medidas dan una ilusión de perfección donde todo está mecanizado y las buenas súper madres tienen leche a montones y son capaces de amamantar y cumplir con todas sus responsabilidades laborales y familiares.
En la vida real, a veces, sale leche y, a veces, no. A veces, si no sabemos sobre posturas o agarre puede ser doloroso. Repito, la teta no es solo leche, la teta es amor.
La lactancia materna genera lazos emocionales que brindan muchos beneficios.
Está comprobado que el desarrollo cognitivo y afectivo es mejor si los niños viven más tiempo la experiencia de la lactancia.
Para Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef, “la lactancia materna es una de las inversiones más eficaces y rentables que las naciones pueden realizar en favor de la salud de sus miembros más jóvenes y la salud futura de sus economías y sociedades. Al no invertir en la lactancia, estamos fallando a las madres y a sus bebés, y pagando un doble precio: en vidas perdidas y en oportunidades perdidas”
La Organización Panamericana de la Salud dice: “La lactancia materna es fundamental para el logro de muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Mejora la nutrición (ODS2), previene la mortalidad infantil, disminuye el riesgo de enfermedades no transmisibles (ODS3) y apoya el desarrollo cognitivo y la educación (ODS4). La lactancia materna es también un instrumento para poner fin a la pobreza, promover el crecimiento económico y reducir las desigualdades“.
Entonces, si es tan importante, ¿por qué el ecosistema del que hablaba líneas arriba no se pone las pilas en diseñar una experiencia mucho más mom-friendly para hacer posible la lactancia?
¿Por qué hay más empresas trabajando para romper este lazo que para ayudar a construirlo?
La respuesta a esta pregunta puede llegar a ser siniestra y muy especulativa, así que prefiero ocupar este artículo en mostrar quienes sí están trabajando en la mejora de la experiencia de la lactancia, un tema tan importante para el desarrollo de la salud y la economía pública.
En muchos casos la tan alejada y futurista tecnología ha tenido más sensibilidad que muchos otros actores del ecosistema de la salud para entender los dolores de las madres y sus hijos. Esto ha permitido democratizar muchos servicios y experiencias que antes eran un lujo.
El mundo tecnológico no ha sido ajeno al mundo de la maternidad y al sufrimiento en tiempos de lactancia. Les presentaré tres casos de plataformas digitales que están logrando mejorar esta primera etapa. La tecnología está haciendo que esta experiencia no solo sea buena sino también escalable, permitiendo que, a costos razonables, las mujeres puedan ver la luz al final del túnel o, mejor dicho, en la pantallita de un celular inteligente con conexión a internet.
Esta aplicación de origen español no solo cumple con brindar información sobre la lactancia; también te da asesoría experta y personalizada. Además, cuenta con un sistema de trackeo que ayuda a que te organices con todo lo que tienes que hacer mientras cuidas a tu bebé. LactaApp sabe que la maternidad no solo se trata de dar leche sino que implica un cambio de vida completo donde, muchas veces, el dolor más grande puede ser la sensación de estar completamente fuera de control.
Esta startup de lactancia te da la posibilidad de conocer el valor nutricional de tu leche con un test similar a los tests de embarazo. Gracias a esta prueba casera, podrás ver cuánto aporta tu leche materna a la nutrición de tu bebé.
De esta manera, empodera a la madre frente a los comentarios de los demás y le brinda una sensación de tranquilidad y felicidad a su experiencia con la lactancia.
Si lo que te preocupa de la lactancia es saber si tu bebé está tomando o no tu leche, Momsense es la solución para ti.
Se trata de un dispositivo similar a unos audífonos que se conectan a un teléfono inteligente y a una pieza extra que se coloca en la parte inferior de la oreja del bebé. Esta pieza amplifica el sonido del bebé al tragar, mientras una animación en la pantalla muestra los patrones de succión y deglución. Al final de la sesión, sabrás exactamente cuánto comió y te quedarás tranquila.
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Además, debería empoderar a las mujeres con respecto a sus instintos, deseos y decisiones en temas como la alimentación de sus bebés, por ejemplo. También es importante la creación de una
conexión entre los puntos claves que forman parte del ecosistema de la mujer embarazada y, luego, madre lactante. Algunos de estos puntos son los servicios de salud, familia, sociedad, empleadores, gobierno y empresas privadas.
Si todos juntos trabajamos para normalizar el éxito de la lactancia materna y entenderla no solo como un medio para entregar nutrientes y anticuerpos, sino como fuente de amor y soporte para nuestras futuras generaciones, lograremos construir un mundo mejor.
Si te interesa saber más sobre cómo creemos que podemos mejorar la experiencia de la lactancia y de la primera crianza como parte del servicio que deben brindar las instituciones dedicadas a la salud, escríbenos estaremos encantados de ayudarte en este increíble proyecto.
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