Pasó como una nota breve, pero es una mala noticia para la industria bancaria: un comisionado de la Comisión para el Mercado Financiero descartó que el open banking sea parte del proyecto para regular las fintech.
Mala noticia, porque lo muestra la experiencia internacional: los intentos por sincronizar los datos que los bancos tienen sobre sus clientes con los de otras aplicaciones que controlan y gestionan el dinero toman años en avanzar. Desde que se plantearon iniciativas en países como Australia, el Reino Unido o Singapur, ya han pasado dos o tres años. Chile ya está atrasado, por lo que la implementación de cualquier iniciativa podría postergarse hasta 2025, al menos.
Es mala noticia parala banca, queno podrá beneficiarse de las eficiencias que trae elopen banking. Las estrategias de innovación abierta se basan en la posibilidad de que los bancos puedan aprender y hacer alianzas lo más rápido posible con startups que les ofrecen soluciones. La inexistencia de un proyecto de ley sobre la materia impide que todos los actores bancarios puedan avanzar a un mismo ritmo en su apertura y aumenta el riesgo para quien se mueve primero, que puede ser copiado y debe hacerse cargo de una serie de adaptaciones operativas y regulatorias.
Es mala noticia paralas fintechs, que podrían ver desinflarse el impulso tomado en el último tiempoporque no hay mecanismos estandarizados o claros para conectarse con los bancos.
Es mala noticia parala libre competencia, ya que las iniciativas de open banking han nacido, esencialmente, de la necesidades de incrementar la rivalidad en mercados como el de los medios de pago, como sucede en la Unión Europea. En esa misma zona económica, el empuje a la apertura bancaria también tuvo como objetivo combatir amenazas a la ciberseguridad.
Es mala noticia paralos consumidores, quetendrán que esperar un largo rato más para que se les considere dueños de sus datos bancarios. Con el open banking, el banco pasa a ser un simple custodio de esa data, pero puede utilizar esta estadística para ofrecer productos más personalizados, como lo hacen Netflix, Uber o Spotify, que dan un servicio de alto estándar y a costos razonables. Además, la apertura crea la opción de que otras instituciones compitan por los clientes: como el acreedor de una deuda no es el único que conoce el historial de pago de un cliente, otros actores de la industria pueden ofrecer opciones de crédito más convenientes, por ejemplo.
Y es mala noticia, porque la falta de iniciativa legal pone en jaque al proyecto de portabilidad financiera presentado hace pocos días por el mismo gobierno. Sinopen bankingqueda solo como un tímido avance donde no se alcanza el mismo grado de apertura e interconexión al que nos acostumbró la portabilidad numérica. Así, la inexistencia de una ley será solo el primer eslabón de una cadena que afectará a muchos actores más.
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