¿Ganamos o perdimos los chilenos con tasas máximas de intercambio transitorias? ¿Quedamos mejor o peor que otros países con los nuevos límites?
Son dos preguntas que quedan en el aire después de que la comisión designada por el ministerio de Hacienda fijara los topes temporales para las tasas de intercambio de 0,6% para tarjetas de débito, 1,04% para prepago y 1,48% para crédito.
Las cifras parecen altas si las comparamos con el 0,2% para débito y el 0,3% para crédito que existen en Europa.
Sin embargo, hacer un copy-paste de lo que pasa en el viejo continente parece una mala idea. Esto, porque la fijación de tasas debe considerar las condiciones del mercado chileno para equilibrar un delicado balance: fomentar el uso de tarjetas y no perjudicar al comercio.
Una tasa muy alta permite que los bancos emisores generen sistemas de incentivos para que sus clientes usen los plásticos; sin embargo, el comercio paga mucho. Al revés, una tasa baja beneficia a los comerciantes, pero desincentiva al emisor y sus clientes.
Así, el análisis es un poco más complejo.
La idea de regular las tasas de intercambio viene de hace un tiempo, pero se formalizó a través de un proyecto de ley presentado en 2020.
Los senadores Felipe Harboe (PPD), Ximena Rincón (DC), Alvaro Elizalde (PS) y José Miguel Durana (UDI) pretendieron copiar lo que sucedía en Europa. Sin embargo, la iniciativa no consideró que en el mercado local no existía una maduración para tratar a las tarjetas como un must, tal como los parlamentarios lo proponían.
Más o menos al mismo tiempo, el mercado de los medios de pagos también se movía.
Multicaja entraba en 2019 como adquirente. En marzo de 2020, Transbank llegaba a un acuerdo con la Fiscalía Nacional Económica (FNE) sobre los cobros al comercio que fue rechazado por el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia solo un mes después.
Todo esto decantó en agosto de 2021.
Ese mes se publicó en el Diario Oficial el proyecto de ley presentado por los senadores. Sin embargo, no se parecía en casi nada al original: los límites propuestos de 0,2% para débito y 0,3% para crédito se descartaron y, en su lugar, se creó un comité para fijar las tasas máximas. Esta comisión quedaría conformada por representantes del Ministerio de Hacienda, la Comisión para el Mercado Financiero, el Banco Central y la FNE.
La decisión era fundamental por el contexto en que se daba: debido a la pandemia, las tarjetas de débito se habían convertido en el medio de pago más utilizado por los chilenos, según la Encuesta Nacional de Uso y Preferencias de Efectivo del Banco Central 2021.
En rubros como las estaciones de servicio, tiendas de construcción y comercios, por ejemplo, el uso de efectivo llegó a caer entre 30% y 40%.
Casi todos ganaban en el nuevo escenario. Los adquirentes, los emisores y las marcas aumentaron sus ingresos por cobrar sus comisiones.
Pero quedaba un perdedor en el camino: el comercio, que vio mermados sus ingresos.
Las compras con tarjeta solo vinieron a reemplazar las que se realizaban en efectivo antes. Por esta razón, este actor mantendría sus ventas en el nuevo escenario, pero reduciría sus ganancias por culpa de las comisiones.
En este contexto la decisión del comité era una buena noticia, considerando que un componente importante de esas comisiones es la tasa de intercambio.
El objetivo de fijar estas tasas era bajar los costos para el comercio (y los consumidores), tal como se ha visto en otros países donde se ha regulado.
Un ejemplo de lo que podría pasar en Chile es Australia 🇦🇺, donde se fijó la tasa máxima de intercambio en 2017. Quedó en 0,88% para las tarjetas de crédito y 0,22% o 0,165 dólares australianos para las de débito.
Y aunque este cobró disminuyó, el uso de tarjetas aumentó según un reporte del Reserve Bank of Australia de 2019.
En Estados Unidos 🇺🇸 el caso es muy distinto. La tasa promedio en tarjetas de crédito llega a 2% y es casi siete veces más cara que en Europa.
Esto es porque en the land of the freedom no hay ninguna regulación sobre las tarjetas de crédito. Solo existe la Durbin Amendment, creada en 2010, que carga a las tarjetas de débito y prepago con una tasa de intercambio de 0,05% + 0,21 dólares norteamericanos a los bancos con activos de más de 10 billones de dólares.
Esto hace que las fintech gringas sean más competitivas que bancos con presupuestos gigantes.
El panorama mundial es diverso. Algunos países han definido comisiones fijas. Y otros han puesto topes máximos, como vemos en este cuadro:
En Latinoamérica, Costa Rica 🇨🇷 es un caso extremo.
En enero de 1992, seis emisores de tarjetas firmaron un acuerdo para establecer una tasa de intercambio de 3,5%, con excepción en compras en estaciones de gasolina, supermercados y tiendas de electrodomésticos.
La cifra ya parecía una locura, pero llegó al límite en 1995, cuando la subieron a 4%. Esto claramente afectó al merchant discount que pagaban los comercios. En 2017, hubo cobros que llegaron al 14%, mientras que en 2019 bajaron apenas al 12%.
Como respuesta, el gobierno fijó una tasa de intercambio máxima que fue disminuyendo en el tiempo. También establecieron una comisión máxima a la tasa de adquirencia, que quedó de la siguiente manera:
En Perú 🇵🇪, en tanto, las tasas no están reguladas.
En enero de 2020, el país pasó a un modelo de cuatro partes cuando Niubiz e Izipay obtuvieron licencias para emitir tarjetas de Mastercard y Visa, respectivamente.
Hoy, el comercio paga a Niubiz una tasa promedio de 3,45%. Un quinto de esa comisión va para el adquirente y el resto, para el emisor. Así, la tasa de intercambio queda en 2,76%. El porcentaje es mayor que el de Estados Unidos y se explica, en parte, por la baja bancarización peruana. Esta alta tasa permite entregar buenos incentivos para que los consumidores usen tarjetas.
En Colombia 🇨🇴, las tasas de intercambio son fijadas por Visa y Mastercard y no son públicas 😱. Acá casi todos los bancos son adquirentes.
En el siguiente cuadro, comparamos las tasas de intercambio con las que corrían en Chile antes de la fijación con datos de Bancolombia:
Cuando comparamos los dos países, vemos que en Chile se pagaba menos tasa de intercambio por debito, pero más con crédito. Sumando y restando se pagaba una tasa similar en los distintos comercios, con excepción de las categorías Educación, Impuestos y Supermercados.
Cada país tiene un contexto de negocios distinto y debe regular las tasas para equilibrar el objetivo de fomentar el uso de las tarjetas con los costos que paga el comercio.
Si bajamos mucho las tasas, hay menos incentivos de millas, dólares, puntos y otros beneficios para los clientes. Si suben mucho, las tiendas van a terminar subiendo mucho los precios a los clientes finales y los más afectados son, normalmente, quienes tienen menos.
En Chile, la fijación de las tasas es algo positivo. No existen razones para mantenerlas altas –como antes–, porque hay un gran porcentaje de personas bancarizadas. Las tarjetas, además, se han convertido en un must y cada vez hay menos riesgos de seguridad con las transacciones.
En conclusión, las comisiones deberían seguir bajando para que el sistema beneficie a más personas con menores costos.
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