Blog Continuum

Buenas prácticas de Calidad: ¿por qué integrarlas desde que nace un producto digital?

Escrito por Teresita Rojas V. | 24-09-2025 4:10:30

Desde mis inicios en tecnología siempre me llamó la atención entender cómo funcionaban los productos financieros. Hace varios años atrás tuve la oportunidad de hacerlo y esa experiencia me abrió la puerta a un nuevo mundo y conocimiento: las transferencias.

 

Foto de Sora Shimazaki 

Hasta ese momento, para mí una transferencia era un simple movimiento entre cuentas. No imaginaba que detrás de esa acción se escondía una cadena compleja de pasos que debían cumplirse en orden y sin errores. Si uno fallaba, la operación completa se revertía. Fue ahí cuando escuché por primera vez el concepto de que las transacciones son atómicas: indivisibles, tal como un átomo. Si no funciona todo, no funciona nada.

Esa idea fue clave para entenderlo. Implementar o modificar un producto de transferencias no era solo diseñar la solución, era también anticipar escenarios, probar múltiples combinaciones y asegurar que ninguna condición quedara fuera.

Bastaba con omitir una sola condición para que las consecuencias fueran graves: desde una mala experiencia para el cliente hasta un problema legal. Esa lógica aplica aquí y en cualquier otro producto digital: la calidad no se suma al final, se construye paso a paso.

Integrar la calidad durante toda la evolución del producto es estratégico, no opcional.

 

Riesgos de llegar tarde a la calidad

¿Se imaginan conocer el negocio de las transferencias  como producto—con sus distintos tipos de cuentas, condiciones y procesos— recién cuando el desarrollo ya está implementado? ¿Qué cobertura de pruebas se puede lograr sin conocer cómo evolucionó el producto y, además, con tiempos acotados?

Con la experiencia de haber vivido ese escenario puedo decir que es un riesgo enorme, principalmente porque no conocer el producto implica no saber realmente qué probar.

 

6 prácticas en calidad que marcan la diferencia

Con los años he aprendido que la calidad no depende de más pruebas ni de más tiempo, sino de cómo y cuándo se hace el trabajo. Estas son algunas prácticas que me han servido para enfrentar la complejidad de los productos digitales, transversales a todas las industrias en las que puedas estar desarrollando:

  1. Ser uno más del equipo, desde el inicio: la calidad se gesta desde el primer día, al mismo tiempo que se define la visión del producto, su diseño y cómo se implementará.

    Ejemplo: en las transferencias, participar desde la definición me habría permitido conocer mejor el producto y acelerar el análisis y diseño de pruebas.

  2. Enfocar la calidad en lo que aporta valor: priorizar lo que importa, con intención y sentido. Hacerse preguntas como: ¿Qué impacta al usuario? ¿Dónde están los mayores riesgos? ¿Qué pruebas son viables en este entorno?

    Ejemplo: probar primero los tipos de cuentas más usadas, antes de invertir tiempo en casuísticas poco frecuentes.

  3. Negociar no es dejar de hacer, es acordar qué hacer: en contextos de cambio constante, la comunicación es clave. Requiere diálogo con producto, técnica y negocio para definir qué sí y qué no se puede hacer, e integrar siempre las pruebas ante los cambios. La calidad se construye en conjunto.
    Ejemplo: si surgen casuísticas de borde, el equipo debe acordar que para probarlas, es necesario contar con los datos y condiciones de ambiente adecuadas.

  4. La calidad es responsabilidad de todos: No es un rol aislado. Se construye en conjunto con criterios de éxito y decisiones técnicas colectivas desde el inicio. El objetivo es lograr excelencia compartida.

    Ejemplo: en las transferencias, QA valida reglas de negocio, Dev asegura que el flujo no se rompa y Producto define qué significa “éxito” para el cliente: todos construyen calidad juntos.

  5. Automatizar lo correcto: La meta no es automatizar todo ; sino lo correcto. La clave está en hacerlo de acuerdo a la criticidad. Incluso con ayuda de la IA, este criterio sigue siendo esencial. Además, es importante elegir la herramienta adecuada y asegurarse de que esté al alcance y capacidad del equipo.

    Ejemplo: automatizar los flujos básicos de transferencias (origen, destino, confirmación) en lugar de intentar cubrir cada excepción con scripts costosos.

  6. Aprender de manera continua: cada bug, casuística inesperada o hallazgo es una oportunidad para fortalecer las pruebas y el proceso del equipo.

    Ejemplo: si un bug revela que cierta validación de cuentas no estaba contemplada, documentarlo y sumarlo a las pruebas regresivas para futuras iteraciones.

 

La calidad como cultura compartida

Integrar la calidad desde el inicio me ha permitido cubrir mejor los riesgos, acelerar entregas y generar confianza en el producto.

Con el tiempo entendí que las buenas prácticas revelan algo clave: la calidad no depende de un rol aislado, sino de un equipo que comparte una misma meta —entregar valor confiable al usuario—. Es, en esencia, un esfuerzo colectivo que se sostiene en tres pilares: responsabilidad compartida, priorización estratégica y aprendizaje continuo.

La forma en que cada equipo aborda este desafío depende mucho de su nivel de madurez. En los más avanzados, la calidad se entiende como una inversión tangible en personas, herramientas y procesos que potencian los resultados. En los menos maduros, en cambio, es un trabajo de evangelización: acompañar, sensibilizar y sentar las bases de una cultura que permita asegurar el retorno de esa inversión en el futuro.

Y ahí está la conclusión más relevante: sin importar el punto de partida, la calidad siempre se construye en conjunto. No se trata solo de prevenir errores, sino de instalar una forma de trabajar donde cada decisión técnica, de producto o de negocio se conecta con una misma responsabilidad: generar confianza y sostener el valor que entregamos a nuestros clientes.