Si pensamos en organismos multilaterales y startups, ¿qué es lo primero que viene a la mente?
Estoy segura que pensarían en dos polos opuestos: organismos con visiones contrapuestas y operación distinta una de la otra. Como el agua y el aceite.
Pero yo no lo veo así.
Por una parte, los organismos buscan impulsar el desarrollo de la región, mediante proyectos que impacten a las personas, mientras que las startups buscan servir lo mejor y lo más rápido posible a sus clientes.
L0s primeros buscan resolver problemas con proyectos sociales, económicos y/o ambientales efectivos. Las segundas, proponen soluciones ágiles para enfrentar problemas de sus usuarios, en muchos casos también ligados a problemas sociales, que empresas o gobiernos no han atendido.
No debería sorprendernos ahora ver que cada vez más los organismos multilaterales están mirando cómo lo hacen las startups.
O incluso que trabajen con algunas de ellas –como con Continuum– para implementar buenas prácticas y ser más estratégicos y eficientes en lograr sus objetivos.
Una startup es una institución diseñada para crear nuevos productos y servicios en unas condiciones de incertidumbre extrema, dice Eric Ries en su libro “El método lean startup”.
Y esta es una mentalidad que pueden aprender los organismos internacionales de las startups, con el objetivo de transformar realidades a través de proyectos de desarrollo que financian.
El desafío es poder aprovechar las ventajas competitivas de las startups para potenciar lo que se hace desde la organización.
Algo que pueden tener en común las startups y los organismos multilaterales es que quieren ser efectivos en las soluciones que proponen, y solventar los problemas de sus usuarios.
Partiendo de esta premisa, podemos ver con detalle algunas lecciones que las startups ponen en la mesa y de las que los organismos pueden aprender para crecer:
Una manera de probar nuestra solución a un problema es probar en pequeño lo que queremos plantear.
Lo pongo en un ejemplo práctico: supongamos que una organización quiere desarrollar una plataforma de registros para proyectos comunitarios de una municipalidad en Chile.
Desarrollar una plataforma grande puede ser todo un desafío y una gran inversión de dinero.
Para reducir la inversión, y el riesgo a fallar, se desarrolla esa misma plataforma, pero en un formato más pequeño, que permita una cantidad limitada de registros, se ponga en funcionamiento básico y así probar.
Comenzar en lo pequeño nos permite tener controlado lo que podemos hacer, para luego medir y escalar nuestra solución.
Otra gran acción que desarrollan las startups son las validaciones de sus soluciones con personas reales que les ayuden a convertir su producto en algo verdaderamente exitoso.
¿Esa plataforma es la mejor manera de solventar el problema? ¿Los usuarios están familiarizados con el formato? ¿Tienen alguna mejor recomendación?
Estas son preguntas básicas, pero muy útiles que podemos hacer al comienzo de cualquier proyecto. Al tener lista nuestra versión más pequeña o MVP, podemos validar con un grupo que nos brinde sus insights.
Este ejercicio ayudará también a saber qué puede ir mal o no, las oportunidades que existen para nuestra solución.
La validación es crucial.
No hay mejor ejercicio para probar que lo que hacemos va por buen camino o necesita retroceder y optimizar las experiencias anteriores.
En el ecosistema de las startups existe el término pivotar, que se refiere a tomar un camino ligeramente diferente al inicial.
¿Cuándo se hace eso?
Luego de lanzar la primera versión de la solución.
Pueden pasar varios escenarios: la idea que tenías en mente no es la que los usuarios querían o no era la que mejor se adecuaba a sus necesidades. El otro es que lo acepten, pero hagan algunas ligeras modificaciones.
¿Cómo mejorar entonces? ¡Pivotando!
Cuando una organización decide volver al inicio, y cambiar lo que creía que era lo correcto y comenzar el proceso nuevamente, puede dar con la solución adecuada para su público objetivo.
Un gran desafío al que se enfrentan los organismos multilaterales es cómo impactar positivamente en menor tiempo.
La forma tradicional, y que está basada en proyectos, hace que el valor se vea al terminar este trabajo, que muchas veces puede durar años.
Pero, ¿qué pasaría si ese impacto lo pueden ver en meses o incluso semanas? ¿Cómo hacer esto realidad?
¡A través de la agilidad!
Pero no solo basta con decir: “quiero ser ágil”
Adoptar estas metodologías va también por un proceso mental, de los líderes, de las personas que conforman el equipo. Si no hay un cambio en la mente, por muchas metodologías que se adopten, no se podrá experimentar una verdadera agilidad.
En un principio, puede parecer imposible para los organismos multilaterales convertir sus procesos de trabajo en lo que actualmente hacen las startups.
Sin embargo, pueden aprender de ellos.
Algunos de estos organismos ya han comenzado con procesos de transformación digital, lo que sirve como punto de partida para empezar también la adopción de prácticas efectivas ya probadas por las startups.
La integración de tecnologías digitales para el uso interno de los organismos multilaterales, viene ayudar a ofrecer servicios, mejorar la operación, generar una experiencia a sus clientes internos y externos, facilitando el conocimiento y data colectiva.
Además, ocurre un proceso interesante en la reducción de esfuerzos y recursos para la gestión de proyectos.
La mentalidad startup, permite probar, pivotar , aprender y sacar soluciones que generen impacto, entregando valor temprano al equipo y a la organización.
Sin duda, esto marcaría un precedente en la organización que se atreva a poner en marcha estas prácticas, con resultados que realmente podrían sorprender.